Berlín la ciudad reconstruida

Sea cual sea el destino de los casi 130 kilómetros de perímetro del Muro berlinés y del espacio circundante, que en algunas zonas llegaba a ser de dos kilómetros, hay una cosa cierta: el día en que el matrimonio de los dos sectores se produzca, Berlín será el centro de gravedad de Europa. El concepto de «Continente» no se afirmará más en la identificación con los países occidentales. A partir del momento en el que Hungría, Checoslovaquia, Polonia y la RDA formen parte de la Comunidad Europea, el núcleo se desplazará hacia el Este y Berlín resurgirá. «La capital alemana volverá aquí», afirma contundentemente el alcalde de su sector occidental, el socialdemócrata Walter Momper. «Berlín será el centro de comunicación entre el Este y el Oeste», sentencia.

Y es Berlín la candidata ideal para sede del Gobierno. La ciudad, con una población conjunta de algo más de cuatro millones de habitantes, posee un potencial inmenso. Su capacidad de regeneración es encomiable: los más de 360 ataques aéreos británicos y americanos que sufrió la urbe parecen una pesadilla irrepetible. Los soviéticos arrastraron 22.000 piezas de artillería por sus calles, arrasando lo que quedaba. Por no hablar de la impresionante destrucción del «Reichstag», el antiguo Parlamento. Nacida en el siglo XIII, en la conjunción de los ríos Havel y Spree, emergió como fuerte defensivo desde el cual el rey de Prusia Federico el Grande partía para realizar sus conquistas. La capital se estableció en Berlín cuando Bismarck unificó Alemania bajo el Imperio de los Hohenzollern, en 1871. 

Desde entonces, ha enamorado a innumerables e ilustres visitantes. Mark Twain destacaba en sus escritos la belleza uniforme de la ciudad y el carácter novedoso y original de Berlín. Los años veinte fueron acompasados por la voz de Marlene Dietrich y los bailes «topless» de Josephine Baker. La capital alemana estaba siempre en la vanguardia cultural, política y social. Los rascacielos de Mies van der Robe, la música de Arnold Schoenberg o las obras del rebelde Bertold Brecht, representadas permanentemente en un teatro del sector oriental, son varios de los contundentes ejemplos. Los intercambios entre la población berlinesa, dispuesta a compartir un futuro común, crecen continuamente. Unas 240.000 personas cruzan diariamente los numerosos pasos fronterizos existentes en el Muro. Los ciudadanos de Alemania Oriental están dispuestos a dejarse los ahorros en electrodomésticos y no son menos los berlineses occidentales que buscando el placer deun paseo llenan la avenida Unter den Linden -arteria principal del Berlín de antes de la guerra- con sus Mercedes, BMW o Audi.

Los planes de reconstrucción histórica se están llevando a cabo con sorprendente eficacia. No se puede alcanzar en coche la imponente plaza en donde la «Schauspiel Haus», -centro de conciertos de música clásica, la Catedral Francesa y la popularmente conocida Iglesia Alemana se enfrentan. El rodeo resulta inevitable dada la magnitud de las obras, que en las proximidades cambian por completo la fisonomía de la todavía capital de la RDA. A pesar del «glamour» de la ciudad, hay que reconocer la artificialidad de que surgió. La parte occidental ha sido siempre mimada por el Gobierno de Bonn, pues constituía la ventana del capitalismo hacia los países del Este. Igualmente privilegiado fue el trato de las autoridades de la RDA hacia su capital, espejo de su «proyecto socialista». 

El subsidio de Bonn a la capital que le arrebatará su título es de más de 10 billones de pesetas anuales. Esto ayudó a hacer de Berlín occidental una de las ciudades más industrializadas de la RFA. La anterior capital de la nación alemana cuenta con unos recursos intelectuales de gran importancia. Los 180 institutos de investigación instalados en la ciudad emplean a 40.000 personas, incluyendo 13.000 científicos de élite. A pesar de todos los inconvenientes imaginables, Berlín amenaza con desbancar no sólo a Bonn, sino también a Frankfurt, el centro financiero de Alemania Occidental. El antiguo edificio del «Reichsbank», que sirvió hasta hace poco de sede al Partido Comunista de la RDA, espera pacientemente en Unter den Linden a que el «Bundesbank», actualmente en Frankfurt, decida mudarse al Este. Y con él, bancos y empresas que seguirán el ejemplo de la DaimlerBenz, que ha cambiado Stuttgart por la berlinesa plaza de Postdamer.

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