Muerte descarnada

¿Por qué indignan tanto las muertes causadas por el terrorismo? Suele surgir esta respuesta: «Porque nadie tiene derecho sobre la vida de los demás». Pero esta respuesta u otras parecidas no agotan la pregunta, ya que no explican porqué otros asesinatos no indignan tanto. Quizá esas muertes carecen de una motivación «entendible» para los demás, y no se pueden atribuir a «la mala suerte», «al destino», o aún, a «la voluntad de Dios». 

En las muertes por terrorismo vemos aparecer la destrucción, la muerte, «descarnada», como goce por matar, lo que remueve nuestras propias pulsiones destructivas. No nos producirá igual horror una muerte causada por celos, por venganza, por ambición, por poder, por dinero. Se suele decir de los terroristas: «matan por matar»; «gozan matando». Y el «honor» que producen las muertes que aquéllos causan habrá que asimilarlo, en gran parte, a ese «gozan». Así, en ese horror, se sumarían el repudio más absoluto con una sensación de satisfacción que se repudia a su vez apenas asoma a nuestra conciencia.


Es la muerte que escapa a cualquier connotación natural o animal: es absolutamente privativa del hombre y posibilitada por el orden que le da el ser a la vez que se lo quita:el orden simbólico. En otras situaciones, donde la muerte es vista en la lejanía o atribuible a lo «natural» (el hambre), al atraso, a las sequías, la incultura o las creencias «absurdas», la indignación nos atrapa menos, lo más una emoción lacrimosa mientras pasamos al postre. Quizá aquí la muerte parece «separada» de la pulsión destructora que a cada uno nos habita.

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