La cocina española y el estrés

"El estrés es la causa de que los españoles cocinen cada vez menos", afirma Jesús Contreras, director del Observatorio de la Alimentación. Según los datos que maneja este catedrático de Antropología Social, en nuestro país se dedican tres o cuatro horas menos a este menester que hace unas décadas, a pesar de la cantidad de programas televisivos que hay y libros de recetas que se publican.

Otras informaciones halladas en la Red indican que los españoles somos los segundos de Europa que más gastamos en cenar fuera, o hablan del síndrome del ama de casa (depresión, migraña o inapetencia sexual que padece el 14% de las españolas dedicadas a sus labores), o de la cocina como escenario del 75% de los accidentes domésticos. En fin, que todos los indicadores apuntan hacia un rechazo creciente hacia los pucheros. Para contrastarlo, Magazine ha reclutado un jurado de expertos formado por un cocinero- filósofo (Sacha Hormaechea), un tabernero-chiflado (Alberto Fernández Bombín) y un periodista pelín esnob (Juan Manuel Bellver). A continuación, la crónica de sus ágapes...

"¿Dónde has estado? Mira qué facha. ¿Qué horas son éstas?" Así, en un momento, regresamos Juanma, Alberto y yo a los 80. Nada más abrir la puerta, estas palabras de Paloma Mancebo Martín, como extraídas de aquella vieja canción de Golpes Bajos, dejaban claro que estábamos en su casa. Ésa de toda la vida. Llegamos un poco tarde. Nuestra aventura comenzó con un mapa con la dirección en Alcalá de Henares -a la antigua, sin GPS-, de esos dibujados en un papel que parece que te llevan a un tesoro escondido. En el ascensor, con nuestro vino para la anfitriona, tenemos pinta de ir a la casa de los padres de una novia.

Ya dentro, en la cocina, Paloma nos dice con tono serio: "Se pasó el arroz, lo tuve que tirar". Mientras nos mira seriamente, sonríe. ¡Era broma! "Pasad al comedor, que ahora comemos", indica. La mesa esta montada donde siempre, en el pequeño salón con mantel y servicio para la ocasión. Quizás no sea el de todos los días, pero seguro que es el de muchas ocasiones. Nos esperan dos de sus hijas, Blanca y Gloria. A Mariano, marido de su hermana, se le notan sus años en la profesión como maître. La mesa esta iluminada por la luz del balcón. Nos sentimos como en casa y decimos aquello de "¿qué hay para comer?".

Desde la cocina, Paloma lo preside todo, y nos va cantando el menú. En la mesa, aparecen un pan de chapata con tomate y ajo, y unos platos de jamón y queso: el resto del aperitivo se lo comió Chema, el fotógrafo, mientras nos esperaba. Ella mientras acaba la bechamel para las croquetas (la amas de casa nunca malgastan el tiempo). Yo no aguanto la tentación: me cuelo en la cocina, y me convierto en maruja. "Pues yo la hago con la misma proporción de mantequilla y harina para que no tenga grumos", tercio. "Pues a mí me enseñó mi madre, así, con un poco de caldo y pollo", responde la cocinera, aunque para receta, añade, "la del caldo real que cocino en Navidad", de la cual, evidentemente, no suelta prenda.

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