De corral a teatro internacional

Desde hace trece años la ciudad de Almagro, la que fuera capital de los peleones calatravos, ha ido lentamente, pero con justa firmeza, convirtiéndose en la capital del teatro clásico. Unas tímidas jornadas iniciadas en 1978 han ido evolucionando a través de adjetivos y numeración romana hasta lo que ya es un consolidado Festival Internacional de Teatro Clásico.

La intuición del entonces gobernador de Ciudad Real, José María del Moral, en 1952, que le llevó por culpa de unas fuertes lluvias a localizar un magnífico Corral de Comedias en lo que entonces era un viejo, y destartalado mesón que abría sus puertas, justo a la vetusta casa de los Molina, en la mágica plaza mayor del pueblo, corral totalmente recuperado en 1954 y declarado monumento histórico-artístico fue todo un hallazgo. El descubrimiento de este corral de comedias es la única razón fundamental que ha podido desplazar a segundo término el calificativo de Ciudad de los Encajes al de capital del teatro. En años más próximos se incorporaron nuevos espacios al desbordarse el Corral y ante el auge del Festival: La iglesia de San Agustín, el Pradillo de San Blas, el claustro del convento de la Asunción Calatrava, el palacio -almacén- de los Függer y la plazuela de Santo Domingo.

Después llegó la recuperación del coqueto Teatro Municipal, obra del arquitecto Cirilo Vara, y la creación del Museo del Teatro, ubicado en el callejón de Villar. Todo julio -antes lo fue septiembre, pero la capa de ozono desplaza hasta los festivales- es mes vibrante y cansino para las musas asistentes a Talia, que tienen que procurar asistencia, además de cama y pan, a un sinfín de técnicos, directores, actores, escenógrafos, figurinis tas, peluqueros, actores, además de otro sinfín de ganapanes y gorrones que merodean como desde los años del Corral junto a este río revuelto. Todo Almagro es un gran escenario calderoniano -el honor y la honra se distraen por los cafetines- que a veces, creo que siempre supera a los otros espectáculos, los programados, que pasan a ser sólo pretexto de esta otra maquinaria.

Pero en tanto la razón de la parafernalia, el Corral se va devaluando poco a poco con espectáculos y actuaciones que, desgraciadamente, no están a la altura de una joya de nuestra arquitectura teatral, por muy «corral» que sea; que uno piensa, con escalofrío?, qué seria de este espacio por un solo momento ,en aquella hermana suya que se llama Strattford.

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