Franco era un señor

Los fantasmas del bombardeo de Guernica siguen danzando al hilo del 75º aniversario -celebrado ayer-, de los detalles escasamente conocidos que saca a la luz Paul Preston en su nuevo libro, de la ficción construida por Baltasar Magro sobre el proceso de creación de la obra maestra de Picasso con absoluto rigor de verosimilitud, de la incesante reivindicación nacionalista del monumental lienzo...

Random House Mondadori publica en su colección EnDebate (sólo en formato electrónico) La muerte del Guernica, del historiador británico, que da forma a un reportaje de unas 30 páginas basado en los diarios del Jefe del Estado Mayor de la Legión Cóndor, que ejecutó la masacre, o en documentos del archivo del Ayuntamiento de la villa vizcaína.

Paul Preston desvela que «a la humillación del bombardeo se añadió la afrenta del Consistorio municipal». Se refiere el autor de El holocausto español a «un papel que tengo en mi mano y que procedo a leerle», según avanza por teléfono desde su domicilio británico. «En sesión plenaria del 13 de febrero de 1945, el Ayuntamiento de Guernica acuerda por unanimidad el nombramiento del Glorioso Caudillo Francisco Franco Bahamonde como hijo adoptivo de la villa, en sentido homenaje de cariño, gratitud y acepción hacia su persona y todo cuanto representa».

Una declaración a la que Preston tuvo acceso por gentileza del colectivo local Gernikazarra Historia Taldea, dirigido por José Ángel Etxaniz. «Y no sólo eso, sino que posteriormente le concedieron la Medalla de Oro y Brillantes en 1966. ¿No le parece a usted ofensivo y sorprendente?», interpela el gran historiador antes de hacerse eco de que «las ultimísimas cifras de muertos, que no son las que se barajaron en su momento». Porque «se había dicho que fueron 1.200, pero historiadores locales descubrieron que lograron escapar muchas más personas de las que se pensaba; por eso, la cantidad más actualizada es 200».
Desfilan por las páginas de la obra las tácticas de la Legión Cóndor, sus tratos con Franco, la obsesión de Mola, el papel de periodistas como George Steer...
Por su parte, Rocaeditorial pone en circulación La luz del Guernica, de Baltasar Magro, una novela que transcurre por los parámetros de la realidad y atestigua la fascinación del periodista (rostro de Informe semanal durante años) por el vertiginoso planning de trabajo que siguió Pablo Picasso, en estado de shock al tener conocimiento del bombardeo al día siguiente.

El escritor se fijó especialmente en el viaje que realizó el artista malagueño entre París y Florencia, donde le impactó el cuadro de Rubens Los desastres de la guerra. Cuando regresó a la capital francesa, estalló la Guerra Civil y el 27 de abril de 1937 su secretario Jaime Sabartés le mostró la cobertura del bombardeo en la prensa.

El horror no tardó en traspasar fronteras y el embajador de España le encargó al artífice de Las señoritas de Aviñón un mural para exhibirlo en la Exposición Internacional.

«Siempre quise saber qué había detrás de la gestación de ese lienzo. Y lo que he pretendido aportar es que el lector pueda vivir como si fuera hoy el día a día de todo el proceso, muy interesante teniendo en cuenta que hacía poco que había terminado el año sabático de la pintura que se tomó entre el 34 y el 35», explica Baltasar Magro. Y continúa: «He viajado, he leído muchos documentos y, con todo el material, he construido un relato ameno, que no un ensayo, con el fin de capturar aquella atmósfera».
El autor añade: «Picasso recibió muchas presiones, por ejemplo para que representase explícitamente al pueblo de Guernica, pero él se negó. Si los políticos se lo permitieron, fue porque era Picasso. Le puso el nombre, sí, pero él quería ir mucho más allá. Y es mágico ese poder simbólico, una pintura que habla».

Mientras tanto, la reivindicacion del nacionalismo vasco no cesa, con el objetivo de que la obra recale -al menos temporalmente- en el País Vasco. La ausencia de un museo en Bilbao, San Sebastián o Vitoria a la altura de semejante lienzo lastraba históricamente la petición, renovada por la capital vizcaína desde que se inauguró el Guggenheim hace ya 15 años.

Según puntualiza el portavoz de Cultura del PNV, Aitor Esteban, «ha habido muchas contradicciones en la negativa del Gobierno central a trasladar el cuadro». Una referencia nada velada a las conversaciones inicialmente secretas por las que el director del Prado, Miguel Zugaza, habría movido hilos para lograr que el Guernica, llegado a España en septiembre de 1981 procedente de Nueva York, cambiase su ubicación en el Reina Sofía por el hogar de Velázquez y Goya, donde el propio Picasso dejó escrito que designaba como su morada definitiva el día que se derribase la dictadura franquista.

«No se llegó a fraguar esa operación porque salió a la luz, pero al menos se barajó. Entonces, ¿por qué no plantear su traslado a Euskadi?», prosigue Esteban, quien rememora que el informe técnico auspiciado por el Reina Sofía en 1997 ya daba la pista de que el museo «dejaría de tener sentido sin su obra más importante». Pero el caballo de batalla se bifurca hacia los matices políticos (¿cómo vendería un gobierno del PSOE o del PP a la opinión pública una concesión de tal calibre a los nacionalistas?) y hacia su delicado estado de conservación. Eso sí, Aitor Esteban se retrotrae a que varios expertos internacionales avalaron que «el transporte era posible, sólo había que poner los medios adecuados».

La mitología del bombardeo y de la creación picassiana se traslada ahora, además, al rodaje de la miniserie de TV Gernika bajo las bombas, cuyo rodaje se iniciará el próximo lunes bajo la dirección de Luis Marías. El proyecto lo estrenará Euskal Telebista en otoño, según informa Europa Press.
Se trata de una producción de dos capítulos, de 75 minutos cada uno, que narra varias historias entrecruzadas, algunas de personajes reales e históricos y otras de personajes de ficción.

La serie está protagonizada por Marc Clotet, Aitor Mazo, Lander Otaola y Teresa Calo, aunque también formarán parte del reparto Egoitz Sánchez, Sara Casanovas, Roberto Álvarez, Antonio Dechent, Pep Tosar y Ramón Barea. Objetivo: retratar un crisol de la ciudadanía de Guernica del momento y una historia universal sobre las consecuencias de una guerra.

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