Mauricio Macri un afortunado

«Nunca una relación padre-hijo ha dado tanta tela a los psicólogos como la de Franco y Mauricio Macri. Y eso que la Argentina es la Meca del psicoanálisis», apostilló al día siguiente un locutor de Radio 10.

Se dice que la mayoría de las decisiones que Macri junior ha tomado en su vida han sido para contradecir la voluntad del patriarca. El fundador de MACRI-SOCMA, uno de los más importantes grupos económicos de Argentina, nunca quiso que su hijo se metiera en política.

En una entrevista con su biógrafa, el alcalde confesó que su gestión al frente de Boca Juniors (presidió el club entre 1995 y 2007), fue una forma de reafirmar su propia identidad. «En Boca él no se podía meter. Quiso hacerlo, pero le dije: 'viejo, vos de fútbol no entendés nada'».

Pero Il Comendatore, como también se conoce a Macri Senior, entendía lo suficiente como para haber contratado, años antes, a dos ídolos del balompié para que chutaran el balón con Mauricito en el campo de fútbol que mandó habilitar en la finca familiar de Los Abrojos. Los que trataban de enseñarle pases eran Diego Maradona y Gabriel Batistuta. «Lo que más hubiera querido ser es número 9 de la selección. Pero soy un tronco».

Mauricio cursó la secundaria en el colegio Cardenal Newman, donde los otros pijos le hacían de menos, por ser su padre un exalbañil tano (italiano) que comenzó desde abajo. Poco importaba que su madre, Alicia Blanco Villegas, fuese de una familia de la aristocracia rural.

La educación del mayor de los cinco hijos de Franco fue como la de un príncipe renacentista de Italia. Recibió clases particulares de los mejores economistas y filósofos a los 13 años, su padre empezó a llevarlo a sus reuniones con los jefes de Estado y con los timoneles de la industria.

En 1982 Mauricio se preparaba para cursar una licenciatura en Administración de Empresas en Estados Unidos, cuando su padre sufrió un infarto y él tuvo que regresar para hacerse cargo del mega-holding, constituido por 47 empresas. Al poco tiempo, Franco no sólo retomó las riendas del negocio, sino que acusó a su delfín de montar una conspiración con sus hermanos para declararlo demente y apoderarse de todo. La relación filial tardó años en recomponerse.

Aún así, hay cosas que les unen. El príncipe heredó de su padre la debilidad por las mujeres bellas. Ambos suelen pasearse por Punta del Este, balneario chic, del brazo de chicas altas y estilizadas. Pero Mauricio también valora el intelecto. Su primera esposa y madre de sus tres hijos, Yvonne Bordeu, era socióloga de la Universidad de Buenos Aires. La segunda, Isabel Menditeguy, una brillante politóloga de la Universidad de San Andrés, y su actual cónyuge, Juliana Awada, es dueña de una empresa textil.

En cuanto a su fulgurante carrera política, Macri está acostumbrado a ser el centro de atención y no comparsa. Como diputado, el fundador de la alianza Propuesta Republicana, se aburría mortalmente en las sesiones del Congreso. En 2007 conquistó por primera vez la Alcaldía de la capital, con el recóndito anhelo de forjarse una imagen al estilo de los majors de Nueva York.

Macri cometió errores (delitos, según sus adversarios) que pudieron costarle el cargo e incluso la libertad. En 1991 estuvo 15 días secuestrado y la familia pagó 6 millones de dólares por su rescate. El edil se obsesionó con la seguridad. En 2009 estrenó la Policía Metropolitana, su respuesta a la inoperancia de la Policía Federal, y puso al frente del cuerpo a Jorge Fino Palacios, quien fuera pieza clave en su rescate.

Mauricio ignoró que el ex comisario tuviera una causa pendiente como presunto encubridor del atentando terrorista contra la organización judía AMIA, en 2018.

¿Cómo se entiende que saliera ileso de éste y otros escándalos similares como ser procesado por encubridor de espionaje político y siga con su popularidad en alza? «Hay algo en él que seduce a los porteños. En él ven reflejarse sus mejores virtudes y sus peores defectos», explica un analista político.

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