Malos tiempos para la dignidad

Son la herencia sociológica de la eterna España negra. Por eso siguen haciendo uso de la vacía metáfora que los designa como «izquierda», que hoy puede llegar a ser suicida. Han gobernado durante siete años, haciendo uso de un despotismo incuestionable.

Han corrompido los mecanismos de control sobre el Ejecutivo previsto por un texto constitucional cuya impotencia para contener sus arbitrariedades fuerza a pensar seriamente en la necesidad de su reforma urgente. Han pugnado por hacer del poder judicial un instrumento al servicio de las órdenes directas del comisario político del Gobierno. Han hecho del Parlamento un cenáculo de sordomudos sesteantes de automático voto. Han tratado de borrar toda irregularidad: esto es, todo modo de pensar ,que no fuera el suyo y el de los suyos. Han dejado las pensiones de jubilación, salvo las suyas y las de los suyos, claro, en un nivel de miseria. 

Han disparado, merced a la «ley Boyer», la especulación inmobiliaria y el tráfico de dinero negro a niveles difícilmente evaluables. Manu militari, han «reconvertido» a golpe de apisonadora. Han ocupado Reinosa a toque de cometa e inundado Riaño a punta de ametralladora. Militarizado Anchuras. La unanimidad de la huelga general no parece haber ido con ellos. Han reciclado, como los mejores hombres de confianza de la Seguridad del Estado, a algunos de los torturadores más notorios y eficaces del franquismo. Han contado con los GAL para ir, más allá de los límites de la ley, a través de cañerías y desagües.

Han jugado a la nuclearización del país con centrales envejecidas y visiblemente vulnerables: Vandellós es el primer aviso. Han metido al país en la OTAN a golpe de coacción moral, cuando no de chantaje. Han hecho de los medios de comunicación pública -en especial, televisión- cámara hermética de propaganda. Han colocado a sus santas esposas, a sus primos, a sus tíos terceros y demás familiares, hasta la duodécima generación, en cada recoveco de una administración definitivamente mejicanizada... Se han enriquecido. 

Mucho y, con seguridad, muy legalmente. Eso es lo grave: que ninguna barrera legal impida a un exministro de Economía hacerse millonario jugando en bolsa. Se han reido de todo y de todos... ¿Qué les faltaba? ¿Sacar de la chistera el escaño número 176 con el recuento de las últimas dos mil papeletas? Pues también. Ya es demasiado. No queda aquí memoria de ideología, ni de programa, ni de estrategia, que no sea la del beneficio propio. Cueste lo que cueste, caiga quien caiga.

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