Rajoy pinta un panorama muy negro

Situación de extrema gravedad; consecuencias impredecibles; deterioro acelerado; ruptura del euro. El panorama no puede pintarse con tintes más negros, pero así es como lo ve Mariano Rajoy y como lo describió por escrito el pasado 6 de junio, es decir, sólo tres días antes de que España confirmase en el Eurogrupo que necesita una ayuda milmillonaria para sanear el sector financiero. 
Rajoy remitió hace una semana una extensa carta al presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, y al de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, en la que planteaba la necesidad urgente de que los socios comunitarios emprendieran ya un proceso de «cesión de soberanía, en particular en los ámbitos fiscal y bancario».

Ello debería suponer, «a medio plazo», la creación de una «autoridad fiscal» en la zona euro, que armonice las políticas de los Estados miembros, permita un «control de las finanzas centralizado» y «gestione la deuda europea».

Por lo que se refiere al ámbito bancario, insistía en la necesidad de «contar con una supervisión a nivel comunitario y un fondo de garantía de depósitos común».

Rajoy admite que estos objetivos no pueden lograrse de forma inmediata, pero advierte de que resulta imprescindible manifestar ya un compromiso claro con los mismos, estableciendo «un calendario y unas condiciones para su consecución». 

No obstante, también avisa de que ahora mismo urge estabilizar los mercados, reduciendo las primas de riesgo y garantizando la sostenibilidad de la deuda soberana. Para ello insiste de nuevo en la necesidad de que el Banco Central Europeo actúe asegurando la liquidez.


El presidente defiende que «el futuro del euro depende de que se dé inicio a este debate», que no debería aplazarse más allá del Consejo Europeo de los días 28 y 29 en Bruselas. Esa cita se dibuja ya como clave para la Unión. Rajoy quiere llegar a ella con un embrión de pacto que debería forjarse el día 22 en Roma cuando se siente a la mesa con la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente francés, François Hollande, y el primer ministro italiano, Mario Monti. Los contactos para diseñar un acuerdo se iniciarán el lunes y martes próximos en la Cumbre del G-20 a la que también asistirá el presidente de EEUU, Barack Obama. 

Además, el Consejo Europeo de finales de mes debería servir para dar un empujón a las políticas de crecimiento y creación de empleo. Es este un punto por el que presionan los socialistas europeos, y que en España defiende el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. 

Rajoy también apuesta ahora por ello. «Debemos poner», dice, «todos los instrumentos de los que podamos disponer al servicio del crecimiento y del empleo: esto ha de ser una prioridad capital». 
Sobre este aspecto, Rajoy y Rubalcaba han mantenido varias conversaciones en los últimos días. En la cúpula socialista se muestran satisfechos del resultado de estos contactos y dan por hecho que uno de los acuerdos clave de la Cumbre Europea será la puesta en marcha de un nutrido plan de empleo juvenil. 

La política europea, y la posibilidad de hablar con una voz única, es un objetivo que, según los socialistas, marcha bien, aunque sólo sea en la vertiente referida a la necesidad de impulsar las estrategias de crecimiento. La política de consolidación fiscal abona, por el contrario, las discrepancias. Lo mismo sucede con la gestión que se ha hecho de la reforma del sistema financiero. 

Rubalcaba mantiene que el «detonante» de la actual crisis que ha provocado finalmente la petición de un rescate hay que buscarlo en Bankia. El PSOE se muestra además muy receloso respecto a las condiciones que implicará la ayuda europea. Y es que teme que éstas, en contra de lo que mantiene el Gobierno, sí afecten a la política macroeconómica y acarreen más ajustes. 

La teoría de Rubalcaba es que «o crecemos, o en un año la recesión se habrá comido el rescate». De ahí su insistencia en poner el foco en los estímulos al crecimiento en lugar de incidir sólo en la ortodoxia del recorte. 

A la espera de los pasos que se concreten en Europa, el debate político sigue enfocado en la «línea de crédito», según el Gobierno, o el «rescate», según la oposición, de los bancos. Ayer, en el Congreso, ni Rajoy, ni Sáenz de Santamaría, ni Guindos, ni Montoro proporcionaron dato alguno nuevo. El presidente volvió a afirmar tajante que «el crédito es a la banca y será la banca quien lo pague», pero no convenció. También aprovechó para asegurar que debemos «celebrar» que Europa nos ayude y, de paso, recordó al PSOE que no habríamos llegado a esta situación si en el año 2009 Zapatero hubiera seguido la senda de Holanda, Reino Unido y Alemania, que sanearon y recapitalizaron sus entidades financieras.

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