El camello pasando por la aguja
Camino del taxi, llevaba ya media crónica hilvanada que, obviamente tenía un tono muy distinto al que imponen las circunstancias y el cierre urgente.
Valdefresno echó una corrida ligera de carnes en sus inicios y sobrada los dos últimos. En lo demás, aproximadamente igual; una corrida blanda, noblota y justita de casta. Comenzó ayer, tras un sanisidro calamitoso, la Feria del Arte y la Cultura. Lo mejor, al margen de la noticia de la Puerta Grande, el tono y el color del cielo: sin sol ni calor estridente; una deliciosa tarde violeta, sin que ningún estruendo taurino desestabilizara su placidez. Poco más de media plaza, frente a los llenos casi diarios del abono.
Y una salida a hombros de oreja y oreja para David Mora, que se había quedado con los machos flojos y desatados en un quite al toro de César Jiménez que le levantó los pies del suelo; el valdefresno tercero, blandito y empalagoso. Lo acorraló en tablas y, en el suelo, Mora se hizo un magnífico quite. La larga resolvió una situación peliaguda. A partir de ahí, el toledano se creció. No podía forzar la embestida del animal porque se le venía abajo, ni era capaz de un diseño estético, porque David Mora no es un esteta. Cuando acertó con la media altura y la media distancia, anduvo con cierta solvencia. El magnífico espadazo facilitó el trofeo que le entreabrió la gloria que después alcanzó. Un trofeo posiblemente discutible, pero no discutido por los tendidos.
¿Feria del Arte? Pudiera ser por un par de tandas de redondos de Curro Díaz, un trincherazo y un cambio de mano de esos que se llaman de cartel, aunque se queden en eso: pintura muerta. Lo de David Mora ya está contado y de César Jiménez hay poco que contar. Hoy el magno espectáculo, la grandiosa corrida de la Beneficencia con tres figuras del toreo.
Valdefresno echó una corrida ligera de carnes en sus inicios y sobrada los dos últimos. En lo demás, aproximadamente igual; una corrida blanda, noblota y justita de casta. Comenzó ayer, tras un sanisidro calamitoso, la Feria del Arte y la Cultura. Lo mejor, al margen de la noticia de la Puerta Grande, el tono y el color del cielo: sin sol ni calor estridente; una deliciosa tarde violeta, sin que ningún estruendo taurino desestabilizara su placidez. Poco más de media plaza, frente a los llenos casi diarios del abono.
Y una salida a hombros de oreja y oreja para David Mora, que se había quedado con los machos flojos y desatados en un quite al toro de César Jiménez que le levantó los pies del suelo; el valdefresno tercero, blandito y empalagoso. Lo acorraló en tablas y, en el suelo, Mora se hizo un magnífico quite. La larga resolvió una situación peliaguda. A partir de ahí, el toledano se creció. No podía forzar la embestida del animal porque se le venía abajo, ni era capaz de un diseño estético, porque David Mora no es un esteta. Cuando acertó con la media altura y la media distancia, anduvo con cierta solvencia. El magnífico espadazo facilitó el trofeo que le entreabrió la gloria que después alcanzó. Un trofeo posiblemente discutible, pero no discutido por los tendidos.
¿Feria del Arte? Pudiera ser por un par de tandas de redondos de Curro Díaz, un trincherazo y un cambio de mano de esos que se llaman de cartel, aunque se queden en eso: pintura muerta. Lo de David Mora ya está contado y de César Jiménez hay poco que contar. Hoy el magno espectáculo, la grandiosa corrida de la Beneficencia con tres figuras del toreo.
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