El móvil de Ana Obregón

Ursula Andress salió de entre las olas con un cuchillo y un biquini, y Ana Obregón surgió del mar con un maillot ajustado y un teléfono celular pegado a su oreja. Ana reinterpreta a los clásicos sin leerlos, al revés que Sofía Mazagatos. Era una estampa clásica y moderna, un cuadro de Boticelli y un spot de Movistar. El misterio radica en saber quién estaba al otro lado, quién era el interlocutor de esa conversación inaplazable. Se admiten apuestas: Suker, Lecquio, Dadito, el director del ¡Hola!, un broker de la bolsa de Tokyo...

El «Principote»

Buen mozo, cuerpo danone, espanto de monárquicos legitimistas, sueño dorado de las teenagers, el yerno que todas las madres quisieran tener. (Todas menos una, acaso). Iñaki Urdangarin vive con relativa normalidad la cuenta atrás hacia el mayor salto cualitativo de su vida. El chico es discreto, pero las circunstancias van a desbordar, tarde o temprano, su forzada apariencia de rutina. Mientras, su deporte continúa sumando adeptos y hace furor el chiste del verano: cómo se dice balonmano en vasco, etcétera. No busquen la respuesta en Así habló Zaratustra. Zaratustra no era vasco.

Bebé con traca

En vez de un pan, el hijo de Isabel Sartorius traía bajo el brazo la espoleta de una bomba: la de la separación inmediata de sus padres. Sartorius le dio puerta a Javier Soto en la misma clínica, con los puntos de sutura sin quitar, y abrió una sorda caja de truenos de la que el pasado reciente de su currículo sentimental ha hecho salir volando el fantasma del morbo, la especulación y la insidia. Lo dijo Nietzsche, digo, Ortega: somos lo que somos, y las circunstancias. Ya se sabe lo que pesan ciertas circunstancias.

Saturno se atraganta

Enrique Iglesias no ha movido masas en España, pero sus promotores y los de papá Julio no se podrán quejar: han hecho negocio atizando un morbo que, en realidad, entre ellos no es más que mutua displicencia. No hay color; el padre es una estrella madura que intuye el crepúsculo y el hijo un lucerito cuyo brillo aún queda literalmente a años luz. Eso sí: Julio no lo puede borrar del mapa. El mito de Saturno se ha hecho trizas, al menos para la galería: los mal pensados sugieren que el beneficio de la rivalidad se queda en casa. Mamá Preysler, callada como una esfinge, movió pieza en favor de su hijo muy amado. Otro drama clásico, un duelo mítico que conmoverá, sin duda, la conciencia intelectual del siglo.

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