No veo a González terminando la legislatura

«Los que dicen sentirse menos libres que hace años no dicen la verdad». Inapelable y rotunda, su frase estaba ya lista para ser incorporada al circuito de puntos de referencia del nuevo orden social y equiparada asi a expresiones no menos sutiles, del orden de «quien me echa un pulso lo pierde», «el que se mueve no sale en la foto» o «he perdido mi libertad para ganar la vuestra». Los mecanismos para el extrañamiento moral del disidente iban a verse asi reforzados con una nueva linea argumental. Los críticos, los disconformes, los aguafiestas del festolín ajeno no sólo serían tildados en adelante de ingenuos kamikaces, dignos de la misma compasión que inspiraban los primeros cristianos al entonar sus cánticos en el momento en que irrumpían los leones en el circo.

De ahora en adelante podría acusárseles también de la mala voluntad aneja a toda diseminación de informaciones falsas. La teoría del «vendaval antidemocrático» invocada por Guerra con ocasión de su última crisis aeronaútica o sus más recientes reproches a quienes, al protestar por tener que disputar una partida con cartas marcadas, «arrojan sombras sobre la democracia», iban a tener asi una coherente continuidad dialéctica. Los hechos han hablado, sin embargo, de manera bien elocuente en una noche llena de magia y confusión, en la que tan importante como el propio resultado del escrutinio ha sido su flagrante contradicción con los sondeos efectuados a la puerta de los colegios electorales.

Habiendo realizado el trabajo de campo institutos de probada solvencia y tras coincidir cuatro estudios diferentes en unos datos muy parecidos y a la postre erróneos, no cabe más que una deducción: una parte significativa del electorado ocultó al encuestador el sentido de su voto o incluso llegó a declarar haber votado a un partido diferente que el que en realidad había recibido su sufragio. Y, lo que son las cosas, lo que en público parecía ser sustento al equipo gobernante había sido en secreto apuesta por la oposición de izquierdas, de derechas o de centro.

Es decir, que en esta España cuyo asentamiento democrático tanto elogian los observadores... extranjeros, la primera libertad que ha disminuido es la de dar testimonio de las propias convicciones. Fueran represalias en toda regla o tan sólo simples incomodidades lo que subconscientemente temían quienes engañaron al encuestador de turno, el fenómeno es significativo del deterioro que durante el felipismo han sufrido los valores cívicos que trenzaron de idealismo el advenimiento de la democracia De ahí la importancia que este serio retroceso del partido en el poder, con la probable pérdida de la mítica mayoría absoluta, adquiere desde la perspectiva regeneracionista que ha alumbrado el nacimiento de nuestro periódico.

Más allá de la pequeña e ingenua satisfacción por haber visto coincidir el desenlace con el pronóstico, que en medio del escepticismo general, dejamos inscrito en nuestro primer número, este reequilibrio de la situación política española nos parece un magnífico punto de partida desde el que trabajar para restituir su auténtico contenido a los derechos de participación política de los ciudadanos y erradicar cuantos atavismos continuar empañando la limpieza de nuestra vida pública.

La trascendencia del retroceso socialista va más allá de su importancia cuantitativa. González era el candidato del establishment políticofinanciero, es decir de la España oficial integrada por la burocracia del régimen; por la vieja oligarquía que con tanta pericia ha sabido tentar, seducir y corromper a los dirigentes socialistas, hasta sentarlos en sus consejos de administración; y por los nuevos potentados que han visto en el aun joven líder del PSOE al «profeta de la prosperidad capitalista».

Asi al menos es como le bautizaba en su último número el semanario «Newsweek», refiriéndose a la vez a España como a un país de «yuppies fatigados». Pero González era también el candidato de la España profunda, tan lacerantemente real aun. Una España compuesta por ese 28% de electores que afirman no recibir más información que aquella que les da la televisión.

Una Espña en la que abundan pensionistas temerosos de perder su parco estipendio, jornaleros deseosos de seguir trampeando con el empleo comunitario y señoras marías felices de poder jalear a Carmen Romero por lo buena, lo guapa y lo simpática que es. Entre la España oficial y la España profunda, Julio Anguita y Adolfo Suárez han sido capaces, con diversa suerte, de hacer germinar un voto reflexivo, esencialmente civil.

El auge del uno compensa y, paradójicamente explica en parte, el descenso del otro. Izquierda Unida será a partir de ahora la auténtica conciencia crítica del socialismo gobernante desde sus propias raices ideológicas. González va a tener que combatirla con otra dialéctica más sutil que la simple agitación del fantasma comunista. Además de vencer, ahora tendrá que convencer, pues corre el riesgo si no lo hace de padecer los efectos del transfuguismo a mitad de legislatura. Suárez debe aprender de esta segunda lección que recibe en pocos meses. Lo que ha detenido su crecimiento no ha sido tanto la política de alianzas municipales como su apatía entre elección y elección.

Desvanecido asi su sueño de volver a corto plazo a la Moncloa, ahora debe demostrar su condición de corredor de fondo y aprovechar su todavía significativa presencia parlamentaria para desarrollar un papel mucho más activo La consolidación de Aznar como lider del Partido Popular después de obtener un resultado más que meritorio, si se tiene en cuenta que se encontró con la nominación a presidente apenas quince dias antes de la convocatoria electoral, debe servir para afianzar a la derecha española por el senda liberal y moderna que parecía desprenderse de su interesante programa. Menos despilfarro, mejor administración y bajada de impuestos: ese puede ser el triángulo mágico sobre el que empezar a construir ya una alternativa de gobierno.

En la medida en que, a partir del afianzamiento de su renovado liderazgo, el PP sea capaz de consolidar sus lazos con el centro y abrir vías de colaboración con los grupos autonómicos más representativos, estaremos ante un horizonte en el que de nuevo la convocatoria de unas elecciones generales implique la posibilidad real de un relevo en la ocupación del poder. La gran incógnita que desde este momento queda abierta es si esa nueva encrucijada tendrá lugar o no antes del final de la presente legislatura.

Para un hombre cansado y de moral quebradiza como González este retroceso va a suponer un duro golpe a su amor propio. Las especulaciones sobre su sustitución que él mismo desató durante la campaña van a verse ahora estimuladas por la tendencia a la baja del partido.De los diez millones de ciudadanos que le apoyaban en 1982 ya le quedan menos de ocho. El electorado le pide que continue gobernando , pero que lo haga de otra manera. Veremos si a medio plazo él accede a esos deseos.

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